Cantero con profusión de especies en flor en plena primavera, Colonia Suiza


La primavera es sinónimo de jardines exuberantes y florecidos. Aunque seamos sobrios al decorar nuestra casa, cuando se trata de flores tendemos a querer plantar muchas y con diferentes coloridos. En el momento de ubicar las plantas en el jardín nos vienen las dudas: ¿quedará hermoso o resultará un entrevero de colores? ¿Cómo debemos plantarlas para que combinen bien unas con otras? Sabemos que hay colores que juntos lucen muy bien y otros que no combinan, pero en los jardines y en la naturaleza parecería que esas reglas se rompen.

Colores que quedan bien

La idea de lo que “queda bien” está cargada de subjetividad: frente a una misma combinación de colores las personas reaccionan de manera distinta, a unas les gusta y a otras no. La experiencia demuestra, sin embargo, que las combinaciones formadas solo por colores fríos, solo por colores cálidos o por tonos pastel son consideradas armoniosas por la mayoría; en cambio, no hay tanta unanimidad frente a otras combinaciones de colores menos sencillas. Estudiando la forma como percibimos los colores, se ha podido determinar que el ojo busca combinaciones donde los colores primarios se equilibran con sus complementarios. Cada color primario (rojo, amarillo, azul) tiene por complementario el color formado por la mezcla de los otros dos primarios en partes iguales. Todos los demás colores —que se forman con proporciones variables de los primarios— también tienen sus respectivos complementarios. Teniendo esto en cuenta se pueden armar combinaciones armoniosas.

Herbáceas en flor presentadas en masa en un vivero. Al frente, lila; en segundo plano, salpicaduras de violetas y morados; al fondo, blanco. Muchos viveristas disponen las plantas combinándolas para que se luzcan mejor; son ejemplos en los que podemos inspirarnos para llevar a nuestro jardín.

Cantero naturalista en tonos fríos: sobre fondo de verdes y grises, algunos toques de lilas, azules y blanco, Maldonado. Foto: Amalia Robredo

Ejemplos de combinaciones armónicas

De dos colores:
Amarillo y violeta;
rojo y verde;
azul y naranja;
amarillo anaranjado y azul violáceo;
rojo anaranjado y verde azulado;
rojo violáceo y verde amarillento.

De tres colores:
Amarillo, rojo y azul;
amarillo, morado y azul violáceo;
azul, verde y rojo anaranjado;
azul, violeta y amarillo anaranjado;
naranja, violeta y verde;
naranja, azul violáceo y verde azulado.

De cuatro colores:
Amarillo, violeta, verde azulado y rojo anaranjado;
rojo, verde, amarillo anaranjado y azul violáceo;
azul, naranja, amarillo y rojo;
rojo, azul, naranja y verde;
rojo anaranjado, azul violáceo, amarillo anaranjado y verde azulado;
azul violáceo, amarillo anaranjado, morado y verde amarillento.

De seis colores:
Amarillo, naranja, rojo, violeta, azul y verde;
amarillo anaranjado, rojo anaranjado, morado, azul violáceo, verde amarillento y verde azulado.


Representación gráfica de un esquema de color al estilo de Gertrude Jekyll. Comienza con verde, pasa al gris oscuro y al azul, que toma un tono pastel para llegar al celeste; le suceden tonos rosados, de pálido a casi fucsia y luego el blanco, que sirve de transición para pasar sin sobresaltos al amarillo pálido. La superficie que abarca cada color no es la misma sino que guarda relación con el peso que se le quiere dar a cada uno de los colores en el conjunto: de esta manera se imprime ritmo al cantero. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En los jardines contemporáneos, más pequeños, generalmente urbanos, se le da tanta importancia al color de las flores como a la forma y a la textura del follaje. Aun así, el manejo del color que utilizaba Gertrude Jekyll está vigente, aunque su paleta es demasiado apastelada para nuestro gusto. Nuestro clima, más soleado que el de Gran Bretaña, permite que luzcan las flores de colores cálidos (amarillo, rojo, fucsia, naranja); por eso la paleta elegida para nuestros jardines es usualmente más brillante.
Si queremos adecuar el diseño de Jekyll, de grandes canteros, a jardines más pequeños, es mejor elegir una parte de su paleta —no todo el espectro de colores— y reducir un poco el tamaño de las masas. Es indispensable plantar las diferentes especies agrupadas por lo menos de a tres por tipo y color, no diseminadas. Al ubicar los distintos grupos, poner juntos los de colores que sabemos que combinan entre sí. Si incluimos alguna flor de color contrastante, será un pequeño foco de atención que le dará carácter al diseño. Las plantas con follaje gris o con flores blancas nos ayudan a unir dos grupos con flores de colores que no nos convence cómo lucen juntos y también aplacan cualquier color estridente.

Flores de colores cálidos, muy usadas en nuestros jardines: Petunia sp., Kalanchoe delagoensis y Portulaca grandiflora

 

Detalle de un esquema de plantación de la paisajista Gertrude Jekyll, correspondiente a una amplia zona de colores cálidos. El ancho del cantero, de 4 m, permitía la plantación en escalera: las plantas más altas atrás y las más bajas adelante. La vista desde el frente resultaba espectacular.

Cantero multicolor: Phormium variagedo y senecio gris (Cineraria maritima) al fondo; más adelante, kalanchoe (Kalanchoe delagoensis), con flores y follaje rojizos; en primer plano, boca de sapo (Antirrhinum majus), con flores de colores blanco, amarillo pálido, rosado, fucsia y rojo

Canteros con rosas en el jardín de Elba Corral en Tarariras.

 

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Entre Jardines