En la naturaleza no hay especies “de interior”. Muchas de las plantas que ponemos en el interior de los edificios son originarias de regiones tropicales, y colocadas a la intemperie no sobrevivirían. Otras son plantas de nuestro clima a las que forzamos a vivir adentro. Cuando se obliga a una planta a desarrollarse en un ambiente que no es natural, precisará adaptarse a las nuevas condiciones de luz, temperatura y humedad. La adaptación es un proceso que algunos ejemplares no son capaces de soportar y mueren. Sin embargo, muchos otros sí lo hacen y llenan de vida y color los espacios interiores. La variedad de plantas que podemos usar es bastante extensa. Tan importante como el diseño es asegurarnos de que luzcan siempre bien; hasta el más exquisito arreglo se arruina por una planta mal cuidada que muestre signos de enfermedad o deterioro. Para mantenerlas sanas debemos proveerles el sustrato, el riego, la humedad ambiente y la luminosidad adecuados a cada especie. Teniendo presente estas premisas, aplicando criterios estéticos y nuestro buen gusto, incluir plantas en la decoración de interiores será un recurso con resultados muy disfrutables.

El lugar para la planta o la planta para el lugar…

Las plantas aportan color, volumen y textura; se destacan como puntos focales de atención, valorizando rincones, dando importancia a entradas, puertas y ventanas. También podemos recurrir a ellas para dividir, ampliar o separar ambientes, acortar distancias visualmente, marcar ritmo en corredores o guiar el desplazamiento en grandes espacios. Son también de gran ayuda para tapar o distraer la vista de un lugar que queremos disimular. Lo logramos cubriéndolo totalmente de plantas o bien colocando en el lado opuesto un lindo arreglo que atraiga la atención. Sobre mesas y escritorios, en repisas o bibliotecas adornan e invitan a la contemplación.

La composición

Los arreglos con varias plantas pueden hacerse poniéndolas en un mismo recipiente o en varios. Para lograr un conjunto armonioso, una buena regla es elegir una planta protagonista, otra que complemente o contraste, y completar con plantas pequeñas que no atraigan excesivamente la atención. Al elegirlas, debemos tener en cuenta la forma de las hojas, la textura, el tamaño y el color de todas ellas para lograr una buena combinación.

Aphelandra. Planta de fácil cultivo, que tiene un doble interés: hojas veteadas de blanco todo el año y flores amarillas durante varias semanas.

La ubicación

Ubicaremos las plantas de acuerdo al efecto que queramos lograr. Los ejemplares importantes por su tamaño o por sus cualidades únicas se destacan por sí mismos. Para ellos debemos elegir recipientes bonitos pero que no compitan con la belleza de la planta o la desmerezcan. Se pueden poner solos o varios de la misma especie —cada uno en su recipiente— colocados en posiciones simétricas, en línea o agrupados.

Grupo de plantas en macetas individuales, cerrando el paso frente a una puerta clausurada. El tarro de cobre ayuda a integrar el conjunto al estilo de la construcción.

Los recipientes

La elección del estilo y el color de los recipientes también es importante, porque ayudan a reforzar el efecto buscado con las plantas. En los interiores podemos dejar de lado los típicos tonos terrosos de las macetas de barro y optar por otros colores y otros materiales. Por ejemplo, el gris metálico da brillo al verde del follaje; el negro es sobrio y favorece el contraste; el blanco es ideal para iluminar; los colores más osados, como rojo o fucsia, aportan calidez.

Spathiphyllum. Muy elegante y de fácil cultivo; las flores blancas nacen en primavera y en otoño, y duran mucho tiempo en la planta.

 

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