Durante los meses de marzo y abril florece la marcela en nuestros campos

 

Marzo es la transición del verano al otoño. Un mes magnífico para estar en el campo. Los días se vuelven más agradables e invitan a emprender largas caminatas y gratificar nuestros sentidos inmersos en la naturaleza
Es el momento en que el campo se cubre con el color pálido y el aroma de un hermoso y sencillo arbusto: la marcela. Esta es una planta nativa de América del Sur. En Uruguay crece en tierras arenosas y pedregosas, y es fácilmente distinguible por su floración a fines del verano. Tiene forma de pequeño arbusto perenne que puede llegar a una altura de poco más de medio metro. Sus tallos y hojas son de color grisáceo, y sus flores se presentan en racimos con tonalidades de amarillo y blanco. Son estos pequeños racimos los que se recogen. Pueden cortarse con los dedos o una tijera pequeña. Es necesario desterrar la mala práctica de arrancar la planta de raíz.
Mucho se ha estudiado, escrito y comentado sobre las múltiples cualidades de la marcela, sus propiedades medicinales, su empleo en la elaboración de productos cosméticos para el cuidado facial y corporal, su aplicación en el teñido de fibras. Y bien conocidos son sus usos tradicionales como té digestivo o incorporada al agua del mate, y para el lavado de heridas o zonas inflamadas del cuerpo.
Es un importante objeto de estudio en los laboratorios del Instituto Clemente Estable y de la Facultad de Química de nuestra Universidad de la República, entre otros, y la información al respecto es abundante y accesible.
Pero mucho antes de convertirse en protagonista del terreno de la investigación científica, esta planta nativa supo ser apreciada por sus múltiples virtudes en todos los hogares. Desde los inicios de nuestra joven nación, ya era un símbolo en las celebraciones criollas del Viernes Santo. Ese día se salía al campo a caminar, se recogía la flor y se regresaba con los tradicionales “ramos de marcela” para preparar la primera infusión simbólica y secar el resto de las flores para consumirlas a lo largo del año.
Cualquiera que sea nuestra actividad prevista para esta próxima Semana Santa o Semana de Turismo, ¿por qué no dedicar el viernes para disfrutar de un día de campo en familia, o con amigos para renovar tradiciones? La recolección de esta flor no solo nos regala el disfrute de una caminata al aire libre, sino también la promesa de saborear un té muy especial y, por qué no, beneficiarnos con alguna de sus múltiples propiedades.
Matilde Prieto

Flores de marcela

La marcela forma matas bajas, aún sin flor se la puede reconocer por el follaje, fragante y de color grisáceo.

Infusión de marcela. Foto: Matilde Prieto

Marcela en el jardín

En Uruguay encontramos fácilmente dos marcelas: la marcela blanca (Achyrocline satureioides) y la marcela amarilla (Achyrocline flaccida). No tienen grandes diferencias y resulta difícil saber cuál es cuál salvo por el lugar donde las encontramos. La marcela amarilla se ve al costado de caminos, en los bordes de montes o entre chircas; no se la ve en campos que han sido cultivados o donde pastorea ganado. La blanca es común verla en los suelos pedregosos de serranías o en los arenosos de la costa del Río de la Plata.
Ambas tienen un interesante valor ornamental, por su follaje verde grisáceo, casi plateado, la mata bastante compacta que forma, y luce muy bien a pleno sol. Cuando florece, en las horas del día llena el aire de su característico y agradable perfume.
Si queremos marcela en el jardín, tendremos que ubicar las plantas a pleno sol, en cualquier tipo de suelo pero con excelente drenaje, como lo tienen ambas variedades en su hábitat natural. El exceso de agua provoca que la planta se ponga negra y favorece la aparición de hongos.
Podemos conseguir nuestras plantas haciendo germinar semillas, que deberemos juntar nosotros mismos —no se consiguen en el mercado— y sembrar en otoño. Pero también podemos transplantar plantines silvestres recogidos entre fines de setiembre y mediados de noviembre. Las plantitas no deberán ser muy grandes: ejemplares de unos 15 cm de altura y con no más de tres ramificaciones son los mejores para tener mayor posibilidad de éxito en el transplante. Una vez elegidas, sacamos las plantas con cuidado, rompemos el terrón pero dejando un poco de tierra alrededor de las raíces, las envolvemos en papel húmedo y tratamos de plantarlas inmediatamente.
Al principio necesitarán un poco de riego, pero cuando ya estén arraigadas, a la marcela blanca le bastará con el agua de la lluvia; si las lluvias son demasiado espaciadas, la marcela amarilla agradecerá un poco de riego. Aunque no es imprescindible, si agregamos algún abono con nitrógeno (urea, triple 15) las matas serán mas compactas.
En febrero y marzo ya tendremos nuestras florcitas de marcela. Ese invierno las plantas dejarán de crecer y puede parecer que desaparecen, pero volverán a crecer la próxima primavera. Su comportamiento es bianual: luego de florecer el segundo año, morirán, y para tener más plantitas tendremos que dejar que semillen naturalmente o ir a buscar nuevas silvestres.

 

 

Actualización de una gran área | Estela Marconi
Las hérbaceas perennes ornamentales

Entre Jardines