Punta Ballena. Esa cuña rocosa y elevada que avanza sobre el Río de la Plata ya confundido con el océano es uno de los lugares más admirados de la costa uruguaya. La puesta de sol sobre el anchísimo horizonte, la magnífica vista de la bahía de Maldonado y de Portezuelo, la rompiente de las olas al pie de los acantilados se roban todas las miradas y son los argumentos más utilizados en la publicidad turística e inmobiliaria.
Pero la Ballena exhibe otros excepcionales —y en muchos casos exclusivos— tesoros.  

Es el punto de concentración de numerosas herbáceas nativas que se adaptaron a vivir en el reino del viento y de la sal, donde sobra sol y escasea el agua dulce. Unas se refugian en las laderas y acantilados, otras asoman en afloramientos rocosos planos o apenas inclinados. Algunas de ellas son endémicas: en este lugar surgieron, este es su centro de origen y de distribución. Esa capacidad de adaptación está inscripta en sus genes y su presencia aquí hace de Punta Ballena la sede de un banco genético único, hoy bajo amenaza de quiebra.

La variedad de colores, portes, texturas, y sus cambios estacionales proporcionan una paleta completísima para los más caprichosos diseños de jardines y parques, con una ventaja adicional: mantenimiento cero.

Pero el valor de estas nativas es casi desconocido y no gozan de protección institucional o legal. Los paseantes atraídos por la vista panorámica caminan sobre ellas ignorando su riqueza y muchas veces sin siquiera mirarlas. Compiten con especies exóticas, también bellas y resistentes a la salinidad, traídas a nuestro país para cumplir las mismas funciones que estas nativas realizan naturalmente, solo que —como la garra de león (Carpobrotus edulis), de origen africano— son extremadamente invasoras y ponen en peligro la supervivencia de la flora autóctona. Por tratarse de una zona privatizada, se suma la amenaza de los emprendimientos inmobiliarios: si estos no aprovechan la vegetación propia del lugar y optan por especies ornamentales de otros ambientes —como sucede en el resto de la costa—, provocarán la destrucción de este banco viviente y la alteración radical de todo el paisaje.

 

Timbó
Árnica del campo

Entre Jardines