Algunos jardines —generalmente los diseñados para instituciones o lugares públicos— requieren plantas ya crecidas.
Para cumplir con esa demanda los viveros utilizan la técnica que se conoce como enviverado.
Consiste en pasar los ejemplares elegidos de su recipiente a la tierra, donde se los deja durante varias temporadas hasta que alcanzan un tamaño óptimo para comercializar, momento en el que se vuelven a sacar de la tierra. De este modo las plantas en crecimiento disponen de más espacio para expandir sus raíces que en un recipiente —por más grande que este sea—, por lo que su sistema radicular se desarrolla mejor y puede absorber más nutrientes. Como resultado se obtienen ejemplares más grandes en menos tiempo.
Para aplicar esta técnica se tiene en cuenta la época de transplante, las particularidades de cada especie y el tamaño máximo que no deberían sobrepasar los ejemplares antes de llevarlos a su lugar definitivo. La tarea de extracción y transplante requiere mucho cuidado para minimizar los daños que inevitablemente ocasiona la operación. Los ejemplares se extraen con cepellón (la masa de tierra adherida alrededor de las raíces), y se ponen en recipientes bien grandes; en su defecto, el cepellón se envuelve en una malla para asegurar que durante el manipuleo y transporte no se dañen las raíces. Los viveros que utilizan esta práctica prefieren hacerlo sobre suelos arcillosos con buena cohesión para asegurarse de que el cepellón no se desarme cuando sacan la planta.
Casi todas las especies permiten esta práctica, pero se recomienda no hacerlo con ejemplares muy grandes sin un proceso previo de preparación de las raíces. Por lo general se utiliza en ejemplares con características ornamentales destacadas y que además son muy solicitados.
Para aplicar esta técnica se tiene en cuenta la época de transplante, las particularidades de cada especie y el tamaño máximo que no deberían sobrepasar los ejemplares antes de llevarlos a su lugar definitivo. La tarea de extracción y transplante requiere mucho cuidado para minimizar los daños que inevitablemente ocasiona la operación. Los ejemplares se extraen con cepellón (la masa de tierra adherida alrededor de las raíces), y se ponen en recipientes bien grandes; en su defecto, el cepellón se envuelve en una malla para asegurar que durante el manipuleo y transporte no se dañen las raíces. Los viveros que utilizan esta práctica prefieren hacerlo sobre suelos arcillosos con buena cohesión para asegurarse de que el cepellón no se desarme cuando sacan la planta.
Casi todas las especies permiten esta práctica, pero se recomienda no hacerlo con ejemplares muy grandes sin un proceso previo de preparación de las raíces. Por lo general se utiliza en ejemplares con características ornamentales destacadas y que además son muy solicitados.